Lo que haces te hace

Y a veces también te deshace y ni cuenta te das

Autor de la columna

¿Te has fijado que, a fuerza de repetir, uno termina siendo su costumbre? Xavier López fue “Chabelo” durante décadas: voz de niño, vestido de niño, domingo tras domingo. Se fue casi a los 90, acostumbrado a su costumbre. Y México despidió al personaje.

Del otro lado, Christopher Reeve: Superman que en 1995 quedó cuadripléjico tras una caída de caballo. A veces la vida tiene humor negro.

Porque lo que permites se repite, y lo que se repite se vuelve rutina, hasta que un día no sabes si sigues actuando o si ya eres el personaje. Y no es cosa de famosos: pasa en todos lados.

Nos convertimos en lo que hacemos todos los días. El cerebro se acostumbra: lo que repites, se queda. Lo que dejas, se apaga.

Hay actores que no logran soltar un papel. Psiquiatras que cargan tanto dolor ajeno que terminan rotos por dentro. Papás que llegan a casa hablando como jefes. Maestras que corrigen hasta en la sobremesa. El personaje se te pega… y si no te lo quitas, el traje se vuelve piel.

El problema no es usar uniforme; es dormir con él.

La fama solo lo acelera. Maradona fue elevado a D10S y el cuerpo le cobró la factura. Paul Walker, rostro de Rápido y Furioso, murió en un choque a toda velocidad. Rafael Amaya, “El Señor de los Cielos”, confesó que el personaje lo arrastró a los excesos. Y Robin Williams, que fue Patch Adams, nos recordó que hasta el que hace reír puede estar pidiendo auxilio en silencio.

Haz una prueba brutal: ¿Quién eres sin tu cargo, tu apodo, tu personaje? Si no tienes respuesta, toca pausa.

Porque lo que haces te forma. Pero si no eliges tú, también te deforma. Y si no te bajas a tiempo del escenario, alguien más va a escribirte el final.